LAS DAMAS DEL CADALSO

En la plenitud del Siglo de las Luces la Razón llegó a magnificar su poder, a deificarse, y sus destellos, con ello, cegaron a los hombres. El pueblo francés luchó por cambiar el mundo, comenzando por el suyo propio. Hombres y mujeres de toda condición se unieron en tan magnánima empresa, con ilusión y coraje, venerando sus triunfos y padeciendo sus miserias. Olympe de Gouges y Madame Roland fueron dos de esas mujeres que lucharon denodadamente por alzar la Revolución, por conquistar la República y, sin embargo, fueron también las que padecieron sus más nefastas consecuencias: morir bajo la afilada hoja de la guillotina.
Encauzaron sus vidas de forma muy diferente, casi opuesta. La primera, fue osada y combativa. La segunda, discreta y prudente. Olympe dejó su pueblo natal para volar libre en la gran ciudad. Mme Roland creció en la ciudad y en el contacto con la naturaleza se sintió libre. Una pensaba que el matrimonio era la tumba del amor, la otra se casó bajo el dictado de la razón.
Ambas, no obstante, tuvieron en común poderosos vínculos: la literatura, la filosofía y la política. Las dos fueron autodidactas y consiguieron publicar sus escritos. Olympe en su propio nombre, Madame Roland en el de su marido.
Las damas del cadalso recrea la vida de estas dos grandes mujeres a través de tres voces narrativas: el impresor de confianza de Olympe, la doncella de Madame Roland y la hija de ambos. Gente corriente que supo amarlas y respetarlas. Y aprender de sus logros y fracasos, de sus expectativas y caídas, pero, ante todo, del valor que las empujó a vivir anticipándose a su tiempo.